No sé qué fuerza me llevó a cruzar aquella línea prohibida. La obsesión por la perfección me había poseído como un demonio insaciable, esa necesidad de capturar la vida, no en su mísera imitación, sino en su esencia más pura. Me llevó a extremos que ni ahora puedo comprender del todo. Mi búsqueda de realismo no era un capricho, era una enfermedad, un susurro fuera de mi alcance.
Fue en esa desesperación cuando mis ojos se posaron en él. No lo planeé. Pero su piel, tan impecable, tan viva, era una provocación constante. Cada vez que lo veía, la idea germinaba en mi mente, se clavaba en lo más profundo de mi conciencia, un lienzo, esperando ser reclamado.
No hablaré del acto en detalle. Fue rápido, a pesar de su resistencia. La piel se despegó con una facilidad perturbadora, como si el cuerpo mismo comprendiera que había nacido para esto. Mientras la extendía sobre el bastidor, el aire se llenó de un aroma metálico, denso, un poco dulce. Mis manos, cubiertas de sangre, parecían las de un dios dándole forma al barro. Cada fibra, cada poro, vibraba bajo mis dedos. Era perfecto.
Cuando comencé a pintar, sentí una conexión, como si mis trazos no sólo dieran forma, sino vida. Mezclé su sangre con mis pigmentos y pinté, cada trazo cargado de devoción. Cuando terminé, sentí el éxtasis de un creador. Ante mí no estaba un cuadro, sino un milagro, un rostro perfecto, con un realismo tan sublime que me pareció que respiraba.
Y luego, lo hizo.
Comenzó con un latido. Lento, cercano, constante.

Me encantoo :3 mas por favor<3
que cosa tan interesante de leer en tu blog, estoy muy impresionado.
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Terrorífico. Amo los cuadros pero me encanta cuando despiertan un horror interno en nosotros. Es como si nos vieran a los ojos y pintarn nuestra alma. 🎨